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Here's to the fools who dream... crazy as they may seem

Todo empezó a finales de mayo. Barcelona acababa de pasar a Fase 2 y por fin podíamos reencontrarnos con amigos después de meses de soledad y encierro. Andrea y Laia vinieron a mi casa (más que nada porque les apetecía ver a mis gatas) y nos pusimos al día mientras comíamos Ben & Jerry’s y comentábamos en qué estábamos trabajando cada una. 

La verdad es que resulta (cuanto menos) curioso tener dos amigas tan cercanas que se dedican como tú a trabajar en el mundo editorial y a escribir novelas. Es genial tener a alguien con quien quejarte por el IVA trimestral justo después de comentar arcos narrativos y problemas de exposición. 

Entre lamentos sobre fechas de entrega Laia comentó: «¡Deberíamos montar algo juntas!». Lo hizo seguido de una carcajada bromista pero Andrea y yo nos habíamos quedado calladas y entonces alguien dijo: «¡Qué buena idea! ¡Montemos una empresa!».

A la mañana siguiente, tras una noche de reflexión, habría sido muy fácil ignorar lo que habíamos hablado; achacarlo al subidón de azúcar y a la felicidad de volver a estar en la misma habitación, pero a ninguna de las tres se nos iba de la cabeza. 

La semilla de la ilusión se había plantado en nuestros pechos y decidimos regarla con abundancia. 

Aun así, tengo que confesar que llegar hasta aquí no ha sido pan comido. Nunca lo es. Este proyecto ha tenido cosas geniales, como pasarnos horas pensando nombres o haciendo lluvia de ideas descabelladas, pero también hemos tenido mil conversaciones con el gestor, sesiones de lectura del BOE o interminables horas de pelea con la página web. 

Crear algo de cero, ya sea un libro, una empresa o tu futura casa, nunca es solo el resultado final, siempre hay miles de cosas entre bambalinas que eran necesarias pero tediosas. Es un poco como un truco de magia ¿no? Mejor no saber cómo se hace. 

Lo que intento decir es que siempre va a haber dificultades. Nunca será el mejor momento, ya sea por una pandemia o simplemente porque la burocracia es tan complicada que a veces una tiene ganas de arrancarse las uñas de frustración. Pero crear algo, lo que sea, siempre vale la pena. 

Y creo que puedo hablar por Andrea y Laia cuando digo que, a pesar de los engorros, la ilusión de ver esa plantita turquesa con forma de pergamino curvado formando una M crecer ha sido y sigue siendo algo muy bonito. 

Y, a veces, con eso basta.